Mediante las técnicas de neurociencia y arqueología se ha analizado el recorrido de los ojos al observar diferentes objetos cerámicos de la prehistoria gallega. Los resultados, publicados en la revista Scientific Reports, indica que existe una evolución paralela entre cómo piensa el ser humano, los objetos que fabrica y la complejidad social. En el estudio han colaborado investigadores del Instituto de Neurociencias, centro mixto de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche y el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Instituto de Ciencias del Patrimonio de Santiago de Compostela y la Universidad de Santiago de Compostela.
Los investigadores examinaron la respuesta visual de 113 individuos al observar piezas cerámicas pertenecientes a cinco estilos y sociedades prehistóricas diferentes. Las cerámicas analizadas abarcan el período Neolítico y la Edad de Hierro (del 4.000 a.e.c al cambio de era) y son representativas de todo el este europeo. Los resultados indican que cada tipo de cerámica provoca un patrón particular de exploración visual. Las piezas más antiguas, pertenecientes a sociedades horizontales basadas en la familia y la relativa igualdad de sus miembros, se observaban con un movimiento horizontal de los ojos. Mientras que las piezas más recientes, pertenecientes a una sociedad más compleja y jerarquizada, se exploran verticalmente.
La mirada que suscitaban estas cerámicas a los participantes no estaba determinada por la forma, sino por la decoración. «Esto significa que más allá de la forma y el uso que tuvieran, la manera en que decoraban nuestros ancestros estas vasijas imponía una forma de mirar consecuente con la estructura de la sociedad en que vivían», resalta Luis Miguel Martínez Otero, uno de los responsables del estudio y directos del Laboratorio de Analogía Visual del Instituto de Neurociencias, ubicado en el campus UMH de Sant Joan d’Alacant de la UMH.
El punto de inflexión en el patrón de movimiento de la mirada se producía cuando los sujetos miraban la cerámica de tipo “vaso campaniforme”, muy común en el continente europeo y la cuenca mediterránea del 2.300 al 1.800 a.e.c. El estudio señala este tipo de cerámica como “disruptora”. Porque, si bien la tendencia natural del ojo es a explorar el entorno horizontalmente y la musculatura ocular también propicia este tipo de movimiento, las vasijas campaniformes son las primeras en ser observadas en un patrón vertical.
“Nuestro estudio muestra que hay una interacción muy estrecha entre los cambios culturales y la plasticidad cerebral [la capacidad del sistema nervioso para adaptarse a los cambios], lo que proporciona una nueva perspectiva sobre cómo el cerebro permite la transmisión de valores culturales, creencias y costumbres”, explican los investigadores Luis Martínez del Instituto de Neurociencias y Felipe Criado Boado del Instituto de Ciencias del Patrimonio de Santiago de Compostela.
Las conclusiones del estudio son que la cognición, nuestra manera de pensar, no está condicionada solamente por la mente, sino que depende del entorno. El comportamiento visual, los patrones del movimiento ocular que se producen al explorar libremente un objeto, sigue la misma tendencia que la estructura social.
Esta disciplina científica, la neuroarqueología, abre nuevos caminos para la investigación de las sociedades prehistóricas. Aunque no haya registro fósil de estas personas, los investigadores afirman que su estructura mental se puede conocer a través de los objetos que construyeron: “Investigando la forma en que miramos sus obras de arte, ya sea cerámica o pinturas rupestres, podemos tener una idea bastante aproximada de cómo era su estructura social, cómo veían el mundo y cuál era su desarrollo cognitivo”.
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